martes, 8 de enero de 2008
Un embole.
Una vez le mordí una pantorrilla a un tipo. Sucede que estábamos durmiendo juntos en su casa, y cuando digo durmiendo lo digo literalmente, es decir, la mejor parte ya la habíamos pasado, aunque no fue demasiado mejor, la verdad, hasta que el man me pone la pierna y me aplasta un pecho. Carajo, pensé al despertar de un sueño intranquilo. Y le mordí la pantorrilla. El loco saltó aullando y empezó a putearme. Le dije que fue lo que sucedió, y me puteó más. Al rato me estaba yendo. Y no lo volví a ver. Es lindo que alguien te recuerde. Mal. Pero que te recuerde.
No lo olvides, chico.
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