miércoles, 2 de enero de 2008

Otro año al caraxo. Y bueh.

Fui a caminar por Corrientes, el 31 a eso de la una de la mañana. Hice lo que hago cuando logro esquivar a mi vieja y la culpa que me provoca: hacerme una tarta de atún o caballa, indistintamente, y bajarme, al menos, medio tubo de algún cabernet no demasiado berreta. No hubo postre ni otras yerbas. Me subí a mi 1500 Volkswagen 90, rogando que no hubiera controles de alcoholemia. Tuve suerte. Desde San telmo hasta el centro, a esa hora, por lo menos, naranja. Y el viejito se portó de primera. Apenas corcoveó cuando lo puse en marcha. Estacioné frente a Plaza Lavalle. Una pareja apretaba en un banco. Mas allá, un grupito de tipos tocaban bongóes entre risas. No parecían en pedo. Por Corrientes había poca gente. Pibes jóvenes caminando a la deriva, alguna que otra pareja con cara de embole, un cana en la esquina de Paraná mirando hacia arriba. Todo estaba cerrado. La Giralda, las librerías, los ciber, La Paz. En algún momento me senté en la entrada de Liberarte. Encendí un pucho y, a través del humo, hice como el yuta. Miré el cielo, a ver si pintaba alguna batiseñal, algo que pudiera ser un ave, un avión. Pero no. Apenas vi la noche y me vi a mí misma, tan estúpidamente aburrida como siempre.

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