lunes, 24 de diciembre de 2007

Salga a cazar duendes, che. Embalsamarlos cuesta un poco, pero vale la pena.


El asunto es así. Una va a la ferretería del barrio, atendida por un morocho con pinta de estibador, pelito lacio hasta los hombros y ojitos grises, en caso de que la atienda un gordo calvo y mal afeitado no importa, una va a comprar elementos que sirvan para cazar gnomos, no de levante, aunque, obviusly, mataría la primera opción, y pide cualquier cosa que usted crea que pueda servir para cazar seres verdes, chiquititos y miserablemente escurridizos. Acto seguido, embolsa todo lo adquirido al efecto, se lo echa al hombro y se toma un bondi hasta Palermo. Ojo, no se confunda y caiga en Palermo Holywood o Soho o cualquiera de los otros, lo único que va a cazar ahí es algún boludo que se patinó medio sueldo en pilchas para parecer lo que no es y después no tiene ni para garpar los 25 mangos que sale una birra. Insisto. Mucho ojo. Mándese para el lado del Planetario, y que no sea un finde soleado, eh, que se llena de salames que juegan fulbito y borregos que se le escurren entre las piernas mientras los padres toman mate escuchando cumbia y se hacen los torlicas.
Así que, si ya está en los bosques cercanos al lago, un día de semana fresco y algo nublado, prepárese, ese puede ser un gran día. O no. Con los bichos imaginarios nunca se sabe, la verdad.
Bueno, comienza la odisea. Se agacha y con paso lento mira atrás de los árboles, bajo las piedras, entre los yuyos. Si así no consigue un pomo, que es lo mas probable, se tira al piso y comienza a reptar con movimientos gusanares. A los enanos esos, que son medio turros, les encanta la gente ridícula, se lo digo por experiencia. Si tiene suerte, al cabo de unas tres o cuatro horas de revolcarse como un irlandés después de San Patricio, puede que encuentre alguno. Sepa que, como buen descendiente de la Isla Esmeralda, será belicoso, por lo que tratará de sacarle un ojo o de aplastarle la cabeza. Yo recomiendo un buen insecticida. Lo deja tieso, o, en todo caso, asombrado y confundido. Ahí se lo guarda en la mochila y se lo lleva a su casa, donde tendrá buen cuidado de que no despierte, si sigue vivo. Entienda que por lo general son piromaníacos, les gusta el alcohol y someter sexualmente lo que sea, incluyendo animales domesticos. Se desconoce como reaccionan ante lemures, ornitorrincos y panteras negras.
Bueno, ya inmovilizada la simpática y cuasi brutal criatura, le hace una incisión por un costado y lo destripa. Ya vacío, lo llena de algodón empapado en líquido de embalsamar, deja que se seque y lo pone en alguna repisa. Después espere que llegue alguna visita. Nunca falta un boludo que le diga, con una sonrisa de pocos y podridos dientes "que lindo el Equeco, che" y le quiera poner entre los labios, al duende, claro, no a usted, un pucho encendido, a ver como lo fuma. Pero guarda, mire que el líquido de embalsamar es altamente inflamable. Consejo, cuando algún gil llegue a su casa de visita, no lo pierda de vista. O se la incendia o le afana ese cenicero imitación cristal que trajo de Necochea hace siete años, cuando todavía podía darse el lujo de irse de vacaciones y no tenía que andar arrastrándose por Palermo, cagado de frío, un día de semana buscando emociones fuertes.

1 comentario:

Livio dijo...

Che este post es grossisimo
no podia faltar un comment de algun boludo que lo arruinara.